
Estaba allí en la vidriera y tú la mirabas extasiada, una tarjeta a sus pies decía “Soraya”.
Tenías los ojos tan abiertos como si no creyeras lo que veías. Entre al comercio y pregunte por su precio; no estaba a mi alcance.
Ya habían pasado las fiestas de Navidad y Año Nuevo y mis bolsillos estaban vacíos, pero la ansiedad de mi hijita por aquella muñeca hizo que me decidiera a pedir crédito, cosa que no había hecho nunca. Yo compraba allí a menudo, pequeñas cosas como, hilo, botones y cierres, por que yo cosía; entre, y con un nudo en la garganta le solicite a la dueña del comercio el comprarle la muñeca y pagársela al mes siguiente. Recuerdo que primero me hizo sentir muy incomoda, pues según ella, no le daba crédito a nadie, pero finalmente accedió. Coloco la muñeca en una caja, la envolvió y me la entrego.
Yo salía con ella en mis brazos como si llevara un trozo de cielo entre ellos. Pero el premio fue grande.
En vísperas de Reyes, coloque aquella muñeca de largos cabellos rubios y ojos celestes, sentada con su hermoso vestido desplegado en el sillón principal del living; no había otro regalo, solo ella… “Soraya”.
Cuando mi pequeña despertó y fue corriendo a ver lo que le habían dejado los esperados Reyes Magos ¡como quisiera haber tenido una cámara fotográfica para captar la alegría, la emoción que se escapaban de sus ojos mientras decía en forma interrogativa ¿es para mi, es para mi? La abrazo con tanta ternura que hizo que aquel momento no se borrara nunca en mí.
Los años han pasado, “Soraya” tuvo arreglos, pero sucumbió al paso de ellos, pero ha quedado estoy segura en el corazón de mi hija y en el mío. “Soraya” era el nombre de una princesa y como tal reino en el mundo de fantasía de mi pequeña.
Noche de reyes de 1962
Dedicado con todo mi amor a mi hija Myrna “Rulito”
Autora: Gladys Murissich
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