Cuando nos gustan las mismas cosas, parece que todo se
disfruta el doble.
Nos fuimos a las
Grutas de Salamanca, no es nuestro primer ascenso, ya fuimos a Cerros Azules, y
Cerro Pan de Azúcar .Este fue corto en comparación, más o menos una hora entre
ascenso descenso y esparcimiento en las alturas, pero no por eso menos disfrutable,
sus caminitos marcados por otros viajeros nos sirvieron de guía, a nuestro paso
la vista hacia abajo es indescriptible, las fotos son un mínimo reflejo de esta
majestuosidad de la naturaleza.
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Entrada a las grutas del cielo |
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Caminito que el tiempo... |
En el camino nos detuvimos a escuchar unos pájaros
carpinteros repiquetear en su labor.
Las primeras grutas, motivo de unas fotos, entre esas rocas
el sol había logrado filtrarse por algún lugar como se puede apreciar, el ruido
del agua acompañaba.
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Un rayito de luz |
En la subida nos cruzamos con otros aventureros en la misma
actividad y nos da una sensación de compañerismo, cruzamos conversación y los adelantamos ya que iba una
señora mayor y el paso se les hacía más lento.
Al llegar la vista es maravillosa, y lo más increíble es que
no se divisaba construcción alguna, aunque reconozco que solo es una sensación, pareciera
que el hombre no hubiera contaminado ese ambiente en particular.
El único sonido que cortaba esa naturaleza maravillosa eran
nuestras voces, que aun el viento intentaba opacar para mantener su ambiente
inmaculado.
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En la cima |
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Indescriptible |
Dimos un giro hacia el otro extremo y luego de unos cuanto
metros encontramos si la realidad, un alambrado, que si bien no cortaba la
maravilla del panorama nos recordó las fronteras humanas.
La bajada es menos cansadora pero más resbaladiza, sobre
todo por la humedad, más de una vez casi termino colgada de una rama para
evitar caer sentada en el fango.
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Jugando con la naturaleza |
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Por mas que quiera llevármelo... |
Al bajar nos sentamos en una meseta y pasamos largo rato en
silencio, silencio necesario para admirar la belleza y dejar que entre en tu
interior.
Ninguno de los dos quería partir pero el sol bajaba indicándonos
la necesidad de emprender el regreso.
Solicitamos permiso para traer unas hojas de palma viejas
que estaban en el camino, y un poco de un musgo verde que parece plástico por
su consistencia, con el cual pensamos armar un adorno recuerdo de este paseo.
Volvimos a la carretera, el viento entraba por ambas
ventanillas, la vida moderna entro de nuevo en nuestros sentidos a través de la
música, somos seres de ambos mundos adaptables a ambas realidades, así que
volvimos cantando música joven, porque somos unos viejitos alegres. Vivir es
maravilloso, disfrutar contigo estos viajes es como Mastercar no tienen precio.
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No nos queremos ir |
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Una isla en el campo |
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Uruguay, bendito seas |
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Volveremossss, volvereomossss... |
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